jueves, 14 de julio de 2011

Hoy le pido a Diós que me convierta en Ángel

Cuando me sentía triste y no encontraba salida en este laberinto cruel al que llamo Vida, algunas lágrimas me hicieron recordar la misión que me propuse cuando cumplí apenas 10 años, es que por primera vez escuchaba tan hermosa canción "We Are The World"; y a tan temprana edad sin que mis padres se imaginaran, en silencio pronunciaba; "Hoy le pido a Diós que me convierta en Ángel para cuidar al mundo, a los más necesitados, y dar felicidad a cada ser viviente". 

Los años pasaron, hoy tengo 24 años, y aunque hayan pasado 14 años desde entonces; la magia y la eterna felicidad que guarda mi corazón siguen firmes. Tal vez, crecer y aprender la realidad de la vida me hicieron entender que la misma tiene sus matices grises pero también sus momentos felices.



Es entonces cuando recordé, que hace algunos días esa noble y ambiciosa misión de hacer feliz a todo el mundo cobró nuevamente vida; y me encontraba en la estación de buses de una dinámica y caótica ciudad. Y de pronto, entre la multitud, dos pequeños, hermanos por cierto, con la tierna mirada y la fantasía de los juegos y travesuras que opacaban el porvenir de sus historias futuras; hablaban y comentando en un idioma que empecé a apreciar, el guaraní, el mayor le decía al menor, "tanto quisiera tomar una coca cola", y en la curiosidad de buscar a la madre de los pequeños, pude notar que ella era una simple vendedora, digna, buscando el bienestar de sus hijos, ella vendía yuyos. Los niños se acercaron al puesto donde a la vista se observaban las gaseosas. El señor se había negado a la petición de tan simpáticas criaturas. Fue cuando sentí que algún DIOS me estaba observando y talvez mi NANA que ya había partido, saqué dinero de la mochila; y me acerqué hasta el Señor, le pedi que diera a los pequeños la bebida que querían. Esa sonrisa pintada en la cara de cada uno de ellos me hizo creer que el mundo nuevamente me sonreía, y que con una simple acción avanzaba en mi tan antigua misión.

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